Sobrevolando Acapulco uno se despide del territorio mexicano para emprender el vuelo a Santiago de Chile. En unas horas más la aeronave cruzará las Galápagos, que son vigía y escala en la inmensidad del Pacífico. El vuelo continua para la aproximación final a la capital chilena bordeando la cordillera de Los Andes y saludando a otro puerto histórico que establecieron los españoles en tiempos coloniales, Valparaíso. Las ocho horas de vuelo sintetizan la lejanía geográfica de México con esta parte del Cono sur. De frontera a frontera, del Valle de Anáhuac a la Patagonia, compartida por Chile y Argentina (con una frontera natural de 6,600 km), se recorre América Latina, alquimia de patrias diversas. El reflejo de México y Chile, no es casual. Una historia lo refrenda al igual que causas y pertenencias. Más de 3000 ciudadanos chilenos en el exilio en México contribuyeron con creces a la vida académica y cultural de los mexicanos. Además el eco chileno fue determinante para mexicanos universales como David Alfaro Siqueiros y Carlos Fuentes. El mismo caso para chilenos inminentes como Gabriela Mistral y Pablo Neruda, los dos premios Nobel de Literatura. Mistral participó en las jornadas alfabetizadoras impulsadas por José Vasconcelos. Neruda llegó a ser Cónsul General de su país en territorio azteca además de ser declarado por el escritor José Revueltas de los poetas Efraín Huerta y Octavio Paz.
México y Chile son países miembros de la OCDE, el APEC, la Alianza del Pacífico y son economías abiertas al comercio global. Los chilenos tienen una de las mayores redes de tratados de libre comercio con el orbe y frente a la carga de exportación del cobre logró transformar su agroindustria que avanzó a pasos agigantados. Ambos países suscribieron un acuerdo de comercio que fue de los primeros acuerdos desde el proceso de democratización chileno. Chile a diferencia del realismo geográfico de México y su vecino del Norte, es una economía que retrata el nuevo paradigma de muchos países sudamericanos. Desde hace algún tiempo, Estados Unidos, dejó de ser su principal socio comercial y ese liderazgo lo ocupa hoy China.
Chile, con poco más de 18 millones de habitantes supo afianzar su raigambre democrático que tuvo la dramática pausa el 11 de septiembre de 1973, en el “otro 11 de septiembre, el primero”. La larga noche terminaba un 5 de octubre de 1988 cuando 55.99% de chilenos votaron por el NO al General Augusto Pinochet y su continuación en el poder. Los chilenos recuperando ciudadanía emprendieron una gesta para acabar con el totalitarismo. En la región latinoamericana el eco de juntas militares dejó de ser la norma en la ola democratizadora electoral.
Los años de interrupción democrática se dividieron entre una dictadura para muchos y para otros, un gobierno militar, incluyendo patrocinadores externos del golpismo, tal es el caso de Henry Kissinger, Nobel de la Paz, que jugó un papel central en la caída de Salvador Allende, el primer presidente socialista latinoamericano en arribar al poder por la vía del sufragio, no de la revolución armada. Más que en el sobrio Palacio de la Moneda, es el Estadio Nacional que mantiene la simbiosis de terror y esperanza, hoy también trasladada al Museo de la Memoria, creación arquitectónica que cimbra a cualquiera cuando incrustados los artículos de la Carta de Derechos Humanos sobresale: “para nunca más, nunca más negarlo”. El pasado como efluvio para saber navegar al futuro en reconciliación. Por más que el presente siga enfrentando a las partes, despejar las sombras de cada lado sigue siendo una tarea histórica para Chile. Aún cuando el sistema de pensiones se privatizara o los ministros de Economía fueran alumnos del laboratorio de la Universidad de Chicago con el paradigma neoliberal de Milton Fridman, nadie puede ocultar el lacerante desafío a los Derechos Humanos en la larga noche chilena.
A 32 años del famoso plebiscito de 1988, Chile sigue siendo una nación dividida. Tiene pendiente, aún cuando redujo la tasa de pobreza, disminuir la concentración de un ingreso, malévola sombra de la región más desigual del planeta. La Concertación que logró la unión entre socialistas y demócrata cristianos tuvo el desgaste natural de gobernar. José J. Brunner en su libro "Malestar en la sociedad chilena. ¿De qué, exactamente, estamos hablando?" publicado en 1998, nos recuerda: “En círculos político-intelectuales de la Concertación existe la imagen de que la sociedad chilena no es feliz ni ha recuperado la alegría. Por el contrario, se sostiene que una gran mayoría de la población vive a disgusto, manifiesta inseguridad, no percibe un real progreso, es presa de temores y malestares y experimenta un sordo desasosiego con su posición presente y una intensa incertidumbre respecto del futuro. En suma, como se ha dicho recientemente: “un difuso malestar recorre Chile”.
El reconocido politólogo Michael Albertus, escribió para The New York Times que “la desigualdad en Chile está en un nivel similar al de la época de Pinochet en tanto que el tráfico de influencias por parte de los ricos —algunos de los cuales adquirieron sus fortunas por medio de conexiones con Pinochet y la privatizaciones de empresas estatales— es ubicuo”. https://www.nytimes.com/es/2020/10/19/espanol/opinion/referendum-chile.html. La propia oportunidad de tener una máxima ley también podría reformular el papel del Ejército chileno en una nueva época democrática, es decir, una nueva relación cívico militar. La ciudadanía chilena resguarda el mayor respeto en toda América Latina a la autoridad policiaca encarnada en su respetado cuerpo de Carabineros de Chile, esa tradición por la fuerza civil dependiente del Ministerio del Interior y de Seguridad Pública, data mucho antes del golpe de 1973 y es prueba de la madurez democrática chilena.
El 25 de octubre los chilenos deberán responder en un referéndum si van por una nueva constitución. Si lo logran, a partir de noviembre habrá una convención constituyente que tendrá nueve meses (con prórroga por tres meses) para tener un proyecto constitucional, que en dado caso tendría un plebiscito para ratificar la propuesta en enero del 2022 y así el 11 de marzo del 2022, el nuevo Ejecutivo y Legislativo chilenos jurarían ante la nueva Carta Magna. Un paso trascendental para sacudirse la constitución de 1980 que dejaron los militares en una democracia “dirigida” que llegó a tener al golpista como senador vitalicio.
Tiene razón el profesor Albertus sobre el papel de las constituciones y las implicaciones democráticas cuando estas se redactaron desde el autoritarismo o el totalitarismo. El caso sui generis de México da cuenta de una constitución que rebasando lo centenario que data su origen rebasó al partido hegemónico, vió al pluralismo político y hoy la afrenta de un personalismo en el poder con menor fuerza en el sistema de pesos y contrapesos a algo que se creía superado, el maxi presidencialismo. Aún cuando cada país mantiene sus peculiaridades, el espejo mexicano en una constitución con más de 700 reformas y con una inflación en pretender “constitucionalizar todo”, puede ser enseñanza en el nuevo camino chileno. En México más que la constitución, son las políticas públicas y leyes secundarias, las que no han trazado una menor dependencia de la petrolización de las finanzas públicas nacionales. El caso chileno donde el cobre recibe el 20% de los recursos de su gobierno y donde la constitución heredada por la cúpula militar le otorga el 10% de las ganancias de sus exportaciones al Ejército, sin duda tendrá una arena de cambio profundo.
El gran poeta chileno Vicente Huidobro, escribió que la poesía estriba en “no cantarle solo a la rosa, sino en hacer florecer en el poema”. El verso ciudadano chileno buscará ejercer su obligado compromiso cívico para una nueva oportunidad democrática, esta será la nueva lucha para hacer calcar los derechos constitucionales con el reto de hacerlos realidad en una realidad desafiante y compleja. La épica no concluirá en la votación rodeada por las interrogantes sobre la pandemia y por el rumbo que adopten las grandes manifestaciones en las calles chilenas que demostraron su músculo social hace poco más de un año. La tarea es generacional y con una apuesta a un futuro que ya inició.
Es licenciado en Relaciones Internacionales en la Universidad Iberoamericana y tiene estudios de postgrado en El Colegio de Veracruz y la Universidad de Buenos Aires. Realizó su práctica profesional en la Embajada de México en la exYugoslavia. Tiene diversas publicaciones como colaborador invitado en Este País, Reforma, El Financiero, la edición electrónica de Foreign Affairs Latinoamérica y en la Fundación Ortega y Gasset. Participó en diversas tareas en los órganos de Gobierno en el Congreso de la Unión, destacando la organización y el trabajo de apoyo para la Comisión Parlamentaria Mixta México-Unión Europea. Desde hace una década trabaja en la Asociación Mexicana de Distribuidores de Automotores (AMDA).
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