En la actualidad, Egipto se enfrenta a una gran amenaza a su economía y estabilidad social, debido a la posible disminución en el flujo del Nilo provocada por el funcionamiento de una enorme presa en Etiopía, aspecto que ha generado tensiones entre ambas naciones que han aumentado recientemente. En abril de 2011, semanas después del derrocamiento de Mubarak, el gobierno etíope comenzó la construcción de la Gran Presa del Renacimiento Etiope (GPRE), ubicada cerca de la frontera con Sudán, la cual se prevé que suministre electricidad para 6 millones de hogares en condiciones óptimas. El proyecto tiene un costo estimado de 4 mil 500 millones de dólares, financiado con fondos soberanos, convirtiéndola en la presa más grande en el continente africano. Sin embargo, esta mega obra hidráulica podría reducir el flujo del Nilo durante el llenado del embalse y en épocas de sequías, afectando de manera distinta a los Estados ribereños. Sudán, por ejemplo, recibe agua del Nilo Blanco -que nace en el lago Victoria en Uganda- y la Gran Presa podría aminorar las inundaciones en su territorio, por lo que se vería beneficiada con la puesta en marcha de esta obra. En contraste, cerca del 85% del agua del Nilo en Egipto proviene del Lago Tana en las colinas etíopes en lo que se conoce como el Nilo Azul. Cabe destacar que la agricultura representa el 11.7% del PIB y emplea aproximadamente al 25% de la población económicamente activa en Egipto. Todo esto apunta a que el Nilo es el principal símbolo de identidad nacional en Egipto. Aunado a esto, el delta del Nilo en Egipto, la región más fértil y donde habita el 41% de los egipcios, está inundada de agua salada debido principalmente a la falta de cieno retenida en su casi totalidad por la Presa de Aswan, así como a la extracción de agua subterránea para fines agrícolas.
Los líderes egipcios promueven un tratado con Etiopía en donde se estipule su derecho a recibir anualmente 55 mil millones de metros cúbicos de agua proveniente del Nilo, así como el llenado lento y gradual del embalse, afirmando que consideran otras opciones no diplomáticas, ante lo cual Etiopía considera que Egipto se comporta como una potencia neocolonial que amenaza su soberanía nacional. Pese a los llamados reiterados de las autoridades egipcias para tomar en consideración sus demandas, Etiopía ha continuado con la construcción de esta enorme obra hidráulica sin consultar a los países que comparten las aguas del Nilo, hecho que va en contra de la Convención de las Naciones Unidas sobre el derecho de los usos de los cursos de agua internacionales para fines distintos de la navegación de 1997. En la actualidad, solo existe un tratado, redactado por el gobierno británico en 1959, que regula el flujo del Nilo, asignando 55 kilómetros cúbicos a Egipto y 18.5 kilómetros cúbicos a Sudán. Esto implica que los Estados ribereños de curso alto, notablemente Etiopía, no tienen derechos reconocidos internacionalmente al flujo de este río, pese a que el Nilo Azul se origina en territorio etíope y el Nilo Blanco en Uganda.
En la última década, Etiopía ha puesto en marcha distintos proyectos de infraestructura a gran escala para impulsar su crecimiento económico y convertirse en una potencia emergente en África, y la Gran Presa se ha vuelto un símbolo distintivo de nacionalismo que ha dificultado las negociaciones con Egipto y Sudán sobre la distribución de los recursos hídricos. La Gran Presa es considerada como el proyecto nacional insignia que tiene el potencial de hacer accesible energía limpia a millones de familias -de áreas rurales en su mayoría-, así como de constituir una fuente de divisas debido a la exportación de electricidad a países de la región. Cabe destacar que este gran proyecto ha sido financiado con bonos soberanos vendidos a ciudadanos en territorio nacional (en gran parte funcionarios) y en el exterior, aspecto que lo convierte en el pilar de la soberanía nacional de la Etiopía contemporánea. La posición inflexible de Etiopía frente a Egipto y Sudán deriva de su retórica soberanista, así como del rechazo a un equilibrio regional poscolonial donde Egipto mantiene el control del Nilo. De manera simultánea, el gobierno del actual primer ministro Abiy Mohammed -galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 2019 por haber firmado la paz con Eritrea- se enfrenta a conflictos interétnicos y protestas sociales como consecuencia de haber relajado la censura y liberado a presos políticos. Ante estas circunstancias, el gobierno etíope difunde ampliamente el proyecto de la Gran Presa para aglutinar a las múltiples voces internas en torno a la soberanía y el desarrollo económico del país, aún cuando esto genera tensiones con Egipto.
Las relaciones entre Egipto y Etiopía se han complicado recientemente con la acumulación de agua en el embalse y la falta de voluntad de Etiopía para negociar un acuerdo vinculante. En febrero del presente año, Estados Unidos y el Banco Mundial trataron de mediar entre ambas partes y Sudán para llegar a un acuerdo, pero los diplomáticos etíopes lo descartaron por poseer un sesgo favorable a Egipto. Más adelante, en julio, Addis Abeba confirmó que el embalse se comenzó a llenar con el agua de las lluvias de temporada. Por un lado, Egipto y Sudán buscan la negociación de un acuerdo internacional, en donde un tercero medie, ya sea las Naciones Unidas o la Unión Africana en caso de conflicto, mientras que Etiopía busca un acuerdo donde los conflictos se resuelvan entre los Estados ribereños. Hasta septiembre de 2020, Egipto, Sudán y Etiopía habían resuelto algunos problemas clave, incluido el volumen de agua y el tiempo necesario para completar el llenado del embalse. Sin embargo, todavía hay desacuerdo sobre lo que sucedería en caso de sequía, así como del mecanismo de resolución de disputas.
Diversas civilizaciones han surgido y prosperado durante más de seis milenios a lo largo del Nilo gracias al sustento que provee mediante agua para consumo humano, agricultura y pesca, así como medio de transporte, razón por la cual es el principal elemento de las actuales tensiones entre Egipto y Etiopía. Por ello, ambas partes están obligadas, junto con los ocho países ribereños restantes, a negociar un acuerdo que impulse el uso sustentable de este río, en todos sus cursos, que permita garantizar un flujo regular y adaptable de agua para las poblaciones locales, así como medidas vinculantes para la preservación de la flora y fauna del mismo ante las condiciones desafiantes ocasionadas por el cambio climático. Dado que todos los países ribereños tienen demandas legítimas para el uso del Nilo, es importante que asuman derechos y responsabilidades sobre el mismo. Por ello, se debe considerar este gran afluente como un ecosistema que debe ser protegido y preservado, en primera instancia, tanto por las autoridades como por las comunidades ribereñas para garantizar su sustentabilidad. Frente a las retóricas nacionalistas en Egipto y Etiopía, se debe privilegiar un diálogo abierto e incluyente que promueva la sustentabilidad del Nilo como un río en el que florecen naciones, pueblos y biodiversidad.
Es funcionario en la Embajada de México en Jordania. Previamente laboró en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público y la Secretaría de Relaciones Exteriores. Es Maestro por el Graduate Institute of International and Development Studies de Ginebra y licenciado en Relaciones Internacionales por El Colegio de México.
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