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T-MEC solitario

Millones de dólares comercializados cada minuto entre los tres países del TLCAN. El trío dispar, la “integración entre desiguales”. Ni los abismos estructurales impidieron que el tratado entrara en vigor en 1994. El realismo no daba mucha elección cuando la globalización inició la quimera de los “regionalismos abiertos” y lo que parecía ser el fin del Estado per se. Ni la potencia ganadora podía sola, tenía que jalar a sus dos vecinos. China empezaba a acechar. Japón perdía su segundo peldaño en la economía global y Alemania unificada era el reflejo de Bruselas para amalgamar la Europa comunitaria. El Atlántico Norte ya no era el corredor único del poder. El Pacífico marcaba un camino desde su costa asiática.


Al TLC se le sumó AN, de América del Norte, cuando México supo abrir polos de diversificación con Europa, América del Sur, con la estratégica América Central y después un acuerdo con Japón e incluso Israel.


¿México pudo lograr la palanca de la diversificación sin el TLCAN? ¿El sector privado mexicano supo aprovechar la red de tratados con casi 50? ¿Seguimos creyendo que el TLCAN abrió las disparidades regionales de México o es el gran culpable por la crisis del agro? ¿Antes del TLCAN sólo media docena de estados recibían el grueso de Inversión Extranjera Directa? ¿Existe en el T-MEC la oportunidad de sumar al sur al comercio regional? Las respuestas son claroscuros. El debilitamiento del mercado interno, la ausencia de política industrial o la búsqueda de mejores salarios progresivos, son tareas domésticas que seguirán esperando respuestas. Los últimos gobiernos se dejaron llevar por el sigiloso “geografía es destino” creyendo que el TLCAN sería eterno, hasta que llegó Trump quejándose que su país había “negociado el peor tratado de la historia”.


El reto migratorio se quedó volando aún cuando México aperturó la energía como moneda de cambio que alguna vez supuso un acuerdo en la materia. Al final, el TLCAN, es eso, un tratado de libre comercio. ¿Avanzar a una mayor integración económica o energética?

El padre del actual T-MEC, fue un portazo político por la hegemonía política que dominó. No existió un debate nacional para ver que convenía. 25 años después un gobierno emanado de supuesta izquierda y que ha dado una nueva hegemonía, recetó a la nación el mismo portazo del que se quejó antes. Usó a su arrolladora mayoría senatorial para avalar un T-MEC, que en la recta final tuvo un único negociador que cedió de más, hasta lo impensable que pudo dar el gobierno anterior. El tema laboral, aluminio, acero, lo avalan. Se convoca a un atropellado período extraordinario para que el congreso mexicano avale las reformas que exige el T-MEC. A contrapartida, el tratado incluye un mecanismo de solución de diferencias llamado a utilizarlo con sapiencia y determinación dado que sectores estadounidenses y canadienses buscarán ganar tiempo para hacerle perder competitividad a México. 


Los preciados fondos estructurales al desarrollo de origen europeo, son un anhelo para México. Se negoció ante la urgencia, sin deparar que convenía. La cláusula fantasma anti China es patente. El presidente López Obrador festeja, cree que el T-MEC traerá una mejor economía sin deparar que casi 50 millones de desempleados en la Unión Americana pedirán menos mercancías a sus socios. El FMI ha dicho que el nuevo tratado “no va a compensar la pérdida de confianza e incertidumbre en México”. Tiene razón Jeffrey Davidow, ex embajador estadounidense en México, cuando dijo que la buena relación entre presidentes no es lo mismo que sea lo mejor para sus pueblos. La virtud del T-MEC, es que rescata la alicaída idea de América del Norte. Una nueva época con el entrecruce de desafíos estructurales y retos formidables.

 

Es licenciado en Relaciones Internacionales en la Universidad Iberoamericana y tiene estudios de postgrado en El Colegio de Veracruz y la Universidad de Buenos Aires. Realizó su práctica profesional en la Embajada de México en la exYugoslavia. Tiene diversas publicaciones como colaborador invitado en Este País, Reforma, El Financiero, la edición electrónica de Foreign Affairs Latinoamérica y en la Fundación Ortega y Gasset. Participó en diversas tareas en los órganos de Gobierno en el Congreso de la Unión, destacando la organización y el trabajo de apoyo para la Comisión Parlamentaria Mixta México-Unión Europea. Desde hace una década trabaja en la Asociación Mexicana de Distribuidores de Automotores (AMDA).

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