“Regresaremos a Washington”, fue la promesa hecha por el Reverendo Al Sharpton, uno de los principales activistas del movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos durante el funeral de George Floyd, quien fue asfixiado brutalmente a plena luz del día y con testigos rodeando la escena del crimen, a manos de un policía blanco en Minneapolis. La muerte de Floyd, se añade a una larga lista de personas negras que han sucumbido por altos niveles de violencia ejercida por miembros de fuerzas policiales. Este comportamiento violento ha caracterizado al cruel sistema policial estadounidense y es un factor conocido por la sociedad, pero que ha sido ignorado por décadas. En Estados Unidos pareciera que ser negro significa que eres una amenaza inherente para la sociedad y que ser blanco se traduce en inocencia. La indiferencia social ha ido rezagando a las comunidades de color, quienes frente a este poderoso y brutal sistema, parecen no tener voz alguna ni derechos. Floyd se suma a la lista de asesinatos contra personas negras que han fallecido durante la pandemia del COVID-19, como Ahmaud Arbery (asesinado mientras corría en su vecindario en febrero) y Breonna Taylor (asesinada en su casa mientras dormía en marzo). Por cierto, la crisis de salud provocada por el coronavirus también les ha afectado de manera desproporcional. Alrededor del 23% de los muertes por COVID-19 en EUA son miembros de la comunidad negra.[1] Aunado a esto, las consecuencias económicas y la pérdida de empleos provocadas por esta crisis de salud, los aleja aun más de obtener justicia económica y social. El Reverendo Sharpton prometió volver a Washington el próximo 28 de agosto para conmemorar la histórica marcha liderada por Martin Luther King (MLK) en el Monumento a Lincoln, el cuál irónicamente, en días pasados, fue resguardado por miembros de la Guardia Nacional estadounidense por órdenes del Presidente Donald Trump en un esfuerzo más por controlar a los manifestantes que reclaman un alto a la violencia y al racismo. Volver a este monumento histórico después de 57 años del famoso discurso donde MLK compartía su sueño de una sociedad integrada e igualitaria, se convierte ahora en el lugar donde los activistas negros y aliados continuarán con la labor de exigir que esta utopía se concrete, de exigir que la brutalidad contra las minorías acabe y de exigir que se reforme el sistema de justicia criminal de los Estados Unidos para dejar de atestar las cárceles con presos negros, quienes al pisar estas prisiones pierden derechos fundamentales como el derecho a ejercer el voto. Sin duda alguna, la tormenta perfecta llegó a Estados Unidos obligando a este país a mirar de frente la realidad de su tejido social. Quienes han salido a marchar en los 50 estados de la nación, han decidido exponerse a posibles contagios de COVID-19 para exigir justicia para Floyd y alzar sus voces en contra de la supremacía blanca promovida por el discurso de Donald Trump. Desde su campaña electoral, Trump ha polarizado a la sociedad, y más aún, ha empoderado a aquellos estadounidenses que veían el avance de una agenda de derechos humanos como un retroceso y una amenaza a su estilo de vida y a los valores de su país. La base de Trump y su ideología ha secuestrado al Partido Republicano, donde los líderes conservadores han optado por dejar a un lado sus valores y sumarse a la retórica del presidente con tal de mantener sus posiciones de poder. El caos provocado por Trump al usar la violencia en contra de ciudadanos pacíficos que están ejerciendo su derecho a la manifestación en las calles ha sido tan profundo, que ya han comenzado a surgir fisuras entre los miembros del partido republicano. Incluso las instituciones estadounidenses empiezan a disentir entre ellas mismas. Basta con seguir las noticias de los últimos días para observarlo: el estado de Minnesota demanda a la policía de Minnesota; el Secretario de Defensa se expresa en contra del deseo de Trump de invocar la Ley de Insurrección de 1807 para llevar el ejército a contener las protestas; el Subsecretario de Defensa renuncia; el Comité de Seguridad Interior de la Cámara de Representantes condena el uso de gases lacrimógenos por parte del Servicio Secreto, etc.
Ante tal caos, y con instrucciones de permanecer en casa para evitar contagios, los estadounidenses comienzan a reprochar la inhumana realidad de su país y a organizarse. Por lo pronto, a pesar de un sin fin de imágenes inquietantes y violentas gracias a los 9 días de protestas se logró que el Fiscal General de Minnesota incrementara el cargo al policía que mató a George Floyd a asesinato de segundo grado y que los 3 policías que observaron el asesinato sean acusados de ayudar e instigar un asesinato en segundo grado. A su vez, legisladores federales y locales han presentado iniciativas para poner fin al uso excesivo de la fuerza por parte de las fuerzas de aplicación de la ley, para crear un registro nacional de mala conducta policial, y para prohibirle a la policía el acceso a equipo de estilo militar. Esta semana, Ella Jones se convirtió en la primera alcaldesa mujer y afroamericana en Ferguson, Missouri, y el Congresista republicano Steve King (Iowa), uno de los principales promotores del nacionalismo y supremacía blanca en el Congreso, quedó fuera de la contienda por su escaño en la Cámara de Representantes. Las consecuencias de este desorden social en la elección presidencial de noviembre están por verse. Las acciones de Trump han demostrado su completa indiferencia hacia la democracia y sus instituciones, y el Partido Republicano domina la represión del voto como parte de su estrategia electoral. Los demócratas, liderados por el ex vicepresidente Joe Biden, tienen la ardua tarea de asegurar que el proceso electoral garantice elecciones libres, de combatir las estrategias para reprimir al votante y de motivar a las masas para que salgan a votar.
Mientras tanto, la imagen y credibilidad de Estados Unidos en el mundo se altera. El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos hizo un llamado para detener los asesinatos de afroamericanos desarmados, el gobierno de Australia pidió una investigación sobre el trato a reporteros australianos que fueron atacados con gases lacrimógenos frente a la Casa Blanca, y el Primer Ministro de Canadá, Justin Trudeau, declaró que desde su país ven los ataques contra manifestantes pacíficos con “horror y consternación”. La apatía, el privilegio y la ignorancia han alimentado un sistema que excluye a personas pertenecientes a ciertos grupos sociales de oportunidades económicas, sociales, y culturales. Esto también lo vive la comunidad hispana en EUA y esto también lo vivimos en México. Un escenario utópico resultaría en que el desconcierto de los estadounidenses desate una ola de diálogo y reformas, no solo en Estados Unidos sino también en otros países, para poner fin al racismo sistemático y lograr la plena protección de los derechos humanos en el siglo XXI. Por lo pronto, esperaremos los resultados del 3 de noviembre.
Consultora e investigadora de política exterior y cooperación para el desarrollo. Fungió como subdirectora de análisis e investigación en el CEIGB del Senado de la República y ha participado en proyectos de investigación sobre desarrollo sostenible con el Instituto Alemán para el Desarrollo (DIE). Formó parte de la oficina de Asuntos con el Congreso en la Embajada de México en Washington, D.C., enfocándose en el análisis de la relación bilateral México-Estados Unidos desde la perspectiva del Congreso estadounidense. Es licenciada en Relaciones Internacionales por el ITESM Campus Monterrey y maestra en Innovación, Cambio y Desarrollo por la Universidad de Bologna en Italia.
[1] Berkeley Lovelace Jr., “As U.S. coronavirus deaths cross 100,000, black Americans bear disproportionate share of fatalities”. CNBC, 2020. Consultado el 4 de junio de 2020 en: https://www.cnbc.com/2020/05/27/as-us-coronavirus-deaths-cross-100000-black-americans-bear-disproportionate-share-of-fatalities.html
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