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El conflicto en Ucrania y las grandes potencias

Colaboración publicada originalmente en El Economista.



Desde el fin de la Guerra Fría y la desintegración de la Unión Soviética, las 15 repúblicas que se convirtieron en países independientes se han desarrollado de manera desigual. Rusia, la mayor y más rica en recursos naturales, después de ocho años de la presidencia de Boris Yelstin, se vio inmersa en una profunda crisis económica. Sin embargo, al ascender Vladimir Putin al poder, la situación empezó a mejorar. El presidente ruso reconstruyó el dañado complejo energético y la industria militar. Su posición ante el Occidente desarrollado era de cooperación, búsqueda de inversiones y tecnología. Pero en ese momento Estados Unidos gozaba de la hegemonía global y no quería competencia.


Sin embargo, el reposicionamiento de Rusia como una potencia energética y militar y el ascenso de China económica y tecnológicamente, prendió las alarmas en la Casa Blanca. En el caso de Rusia, la crisis de Ucrania tiene varios significados. Pero en el plano geopolítico, en el fondo se trata de si Europa seguirá desarrollando lazos económicos y políticos más profundos con Rusia de los que tiene hasta la fecha; o si Estados Unidos tomará medidas más agresivas para reducir la velocidad, dar marcha atrás o potencialmente romper la creciente relación económica entre Europa y Rusia. Un punto clave de la visión geopolítica de Estados Unidos ha sido separar a Alemania de Rusia, los dos grandes colosos, por así servir a sus grandes intereses económicos y de seguridad en Europa.


Es muy bien conocida la creciente dependencia de Europa del gas y de la energía de Rusia. En la última década, la dependencia de Europa ha crecido hasta ocupar al menos una tercera parte de su gas de fuentes rusas. Alemania, de hecho, consume hasta 40% del gas que importa de Rusia. Sin embargo, con el conflicto en Ucrania en 2014, el derrocamiento del presidente Yanukovich en ese país y la incipiente guerra civil entre la Ucrania nacionalista y el sureste con población étnicamente rusa, el gobierno del presidente Vladimir Putin realizó un referéndum entre la población de la península de Crimea que resultó a favor de la reincorporación de ésta al territorio ruso. El gobierno ruso temía que, en Crimea, una vez derrocado el presidente Víctor Yanukovich, se instalara una base militar de la Organización del Atlántico Norte (OTAN). Por esta acción, Estados Unidos y la UE sancionaron a Rusia desde 2014.


Así, hay propuestas de Estados Unidos para proveer a Europa de gas natural licuado y éste es otro indicador de su intento por apartar a Europa de la fuente de abastecimiento ruso. Por otra parte, la abrumadora aprobación del proyecto de ley de sanciones contra Rusia a mediados de 2017, con el cual el Congreso de Estados Unidos obligó a Trump a bloquear el comercio ruso con Europa, sacudió al Kremlin en ese momento. El objetivo de estas sanciones es vender el gas licuado estadounidense a Europa, pero el gas ruso es más barato y está más cerca.


En este contexto, Alemania y Rusia pactaron la construcción de un gasoducto que va por el Mar Báltico desde un puerto ruso a un puerto alemán y el gasoducto entró en funcionamiento en 2011. Pero, desde 2015, estos dos países planearon construir un gasoducto paralelo, el Nord Stream 2 y coincidentemente, el conflicto en el Donbas ucraniano volvíó a resurgir precisamente cuando este gasoducto ha sido terminado y se hallaba en revisión por una comisión alemana para aprobar su puesta en marcha. Este 22 de febrero, el canciller alemán declaró la suspensión de la revisión, después de oponerse a la acción de Rusia de reconocer a las repúblicas autoproclamadas de Donetsk y Lugansk, ¿coincidencia u objetivo cumplido?

 

Dra. Ana Teresa Gutiérrez del Cid


Doctora en Relaciones Internacionales por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM, es licenciada y maestra en Historia Mundial por la Universidad de la Amistad de los Pueblos, Moscú, Unión Soviética. Actualmente es profesora de Carrera Titular “C”, Departamento de Política y Cultura, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel II.


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