Colaboración publicada originalmente en El Economista
En la mitología griega, al huir de la Isla de Creta, Dédalos vuela con su hijo Ícaro, provistos de alas con plumas pegadas con cera. Su padre le advierte no volar demasiado alto porque el sol podría derretir la cera, ni tan bajo que el mar humedezca sus plumas. Embriagado de emoción, Ícaro se acerca tanto al sol que termina por caer al océano. Lo mismo puede pasarle a Joe Biden si no calcula el retorno de Estados Unidos de América a los reflectores del liderazgo global que Trump despreció durante su mandato.
Con la llegada de Trump se inicia la “Doctrina del abandono” en el plano internacional. Esto ante hechos como: su salida de la UNESCO (que por cierto Reagan ya había iniciado hasta que George W. Bush enmendó el camino), su retiro del Acuerdo de Asociación Transpacífico o TPP; el desconocimiento a la política de “deshielo” o flexibilización con Cuba (Obama abrió la sede diplomática tras más de 55 años de ruptura diplomática, para que luego Trump cerrara la sección consular y mantuviera la representación a nivel de encargado de negocios); la renuncia al Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas por considerar un trato parcial hacia Israel, y por la membresía a países con antecedentes de violación a Derechos Humanos, el retiro del Acuerdo de Paris contra el cambio climático, y la salida del Acuerdo con Irán encaminado a eliminar las reservas y explotación de uranio enriquecido para impedir la fabricación de reactores nucleares por Irán; la amenaza a los miembros de la OTAN con su salida si no pagaban equitativa y efectivamente su aportaciones a esta organización de cooperación en materia de seguridad, las amenazas de Trump a México con abandonar el TLCAN por inequitativo y poco justo para su país negociando en su lugar el T-MEC o USMCA con cláusulas de revisión periódica y la notificación este año de su salida de la Organización Mundial de la Salud acusando a la organización de estar bajo un supuesto mandato de China y argumentando la inequidad entre las aportaciones de Estados Unidos frente a las de la potencia asiática.
De lo anterior se desprende el desprecio al andamiaje de la gobernanza global y al multilateralismo, necesarios para lograr la cooperación internacional ¿Qué podría hacer Joe Biden ante este desastroso panorama? Corregir cada decisión de Trump le llevaría prácticamente todo su mandato para negociar o volver a estos mecanismos, pues por rápida que sea su intención o respuesta, las formalidades, procesos de negociación, y mecanismos de adhesión o membresía llevan su tiempo, por lo que sería un total fracaso pensar que, con solo firmar estarán de vuelta como si nada hubiese pasado. Tampoco se trata de recuperar el legado de Obama, aunque Biden haya participado en la construcción de éste cuando fungía como su vicepresidente ¿Cuál es entonces el reto para él en la búsqueda de un renovado liderazgo global para Estados Unidos?
Para recuperar el liderazgo global con legitimidad y moralidad en el plano internacional, marcado por la crisis económica y sanitaria, Biden tendría que replantear las prioridades del Estado y reformular la toma de decisiones óptimas o estratégicas en temas económicos, sociales y ambientales, concentrándose en los de máxima prioridad para la comunidad internacional. Para ello Biden requiere del apoyo no solo de los aliados que con que históricamente cuenta el país, sino de la suma de muchos más Estados, a fin de fomentar un sistema internacional democrático, una nueva gobernanza global, y nuevos o reconfigurados mecanismos u organismos internacionales, capaces de responder a los retos del siglo XXI, en la década de la post pandemia que no ha hecho sino comenzar.
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